El libro de la almohada by Sei Shônagon

El libro de la almohada by Sei Shônagon

autor:Sei Shônagon
La lengua: spa
Format: epub
Tags: literatura japonesa clásica; narraciones del yo; no ficción; corte imperial japonesa; mujeres escritoras
editor: Adriana Hidalgo Editora
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00


78. Cosas que dan una sensación cálida

El traje de caza del jefe de la escolta de Guardias.

Una sobrepelliz hecha de retazos.

El Capitán en servicio durante los Juegos Imperiales.

Una persona extremadamente gorda con mucho cabello.

La funda de un koto.

Un Sagrado Maestro que lleva a cabo un rito de exorcismo de noche durante el Sexto o Séptimo Mes. O, durante la misma época del año, un calderero que trabaja en su fundición.

79. Cosas vergonzosas

Un ladrón entra furtivamente a una casa y se esconde en algún bien elegido rincón, desde donde observa lo que sucede. Alguien entra en la oscura habitación, toma un objeto y lo esconde en su manga. Debe ser divertido para el ladrón ver a otra persona que comparte su misma naturaleza.

Los monjes, durante su guardia nocturna, a menudo enfrentan cosas vergonzosas, sobre todo si tienen el sueño ligero. Pues están expuestos a oír cómo las jóvenes se burlan de las personas, las critican o dan rienda suelta a su inquina; lo cual provoca un sentimiento de vergüenza en el monje que yace en la habitación contigua, escuchando todo lo que dicen. Algunas de las damas de compañía de más edad reprenden agriamente a las muchachas por ser tan ruidosas, pero ellas no hacen caso y siguen chismorreando hasta adormecerse, sin el menor cuidado por el decoro. Incluso después que se han dormido, el monje siente vergüenza.

El corazón de un hombre es algo vergonzoso. Cuando está con una mujer con quien se aburre y por quien siente rechazo, no le demuestra su disgusto, sino que le hace creer que puede contar con él. Aún peor, un hombre que tiene fama de amable y amoroso trata a una mujer de tal modo que ella cree que sus sentimientos son sinceros. Sin embargo, le es desleal no sólo en sus pensamientos sino también en sus palabras, pues habla mal de ella con otras mujeres así como le habla mal de las otras a ella. La mujer, claro, no tiene idea de que está siendo difamada y, al oír las críticas que hace de otras, cree realmente que él la ama. El hombre, por su parte, es bien consciente de que es esto lo que ella piensa. ¡Qué vergonzoso!

Cuando una mujer se encuentra con un amante con quien ha roto para siempre, no hay motivo para que sienta vergüenza si él la considera una desalmada. Pero si el amante muestra que no ha sido perturbado en lo más mínimo por la ruptura, que para ella ha sido tan triste, dolorosa y difícil, es seguro que quedará asombrada y se preguntará qué clase de corazón pueda él tener. Sin importarle su propia actitud insensible, su abandonado amante emprende una locuaz conversación en la que critica la conducta de otros hombres.

¡Qué vergonzoso cuando un hombre seduce a una desvalida dama de la Corte y, tras dejarla preñada, la abandona sin preocuparse por su futuro en lo más mínimo!



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